6 ago 2013

Medio mundo después ...


Como empezar a describir todo lo que he vivido en estos cuatro días, ha sido tan increíble y diferente que todo es abrumador y encantador. Pero pues supongo que hay que empezar por lo primero y eso es el avión, el vuelo y el aeropuerto.

México-Amsterdam, Amsterdam-Copenhague.

Jamás pensé que algún día me sentiría tan impresionado por un avión, pero que avión era aquel. Era todo un monstruo y hasta de dos pisos. Los asientos eran bastante cómodos, como deben de ser para un vuelo de 10 horas. La comida estaba mas o menos, no es que no me haya gustado pero tampoco tengo ganas de comerla de nuevo. Pensé que iba a poder dormir todo el vuelo pero ni al caso, había tantas buenas películas que preferí no dormir pero al cabo de unas horas el cansancio me ganó y tuve que dormir. La ironía fue que las horas no pasaron volando, fue un viaje largo y tras esperas más de lo acordado en la sala de espera de México debido a un retraso, el viaje resulto hasta cierto punto estresante y desesperante.

Tras cruzar el charco y llegar al viejo continente, estaba un poquito preocupado sobre que debía hacer exactamente (el vuelo se atrasó y perdimos la conexión). Cual fue mi sorpresa cuando descubrí que al bajar del avión había una aeromoza esperando para llevarnos al siguiente vuelo. Aunque la caminata hacía la sala de abordar de Amsterdam fuera rápida, en el trayecto pude notar lo grande que era el aeropuerto, sin duda alguna si no hubiese habido una persona para guiarnos me hubiera perdido. Siempre es increíble poder sentir la multiculturalidad en un aeropuerto, es algo que me fascina.

Abordar el avión para Copenhague fue emocionante, pero como todavía no me caía el 20 hacía donde me dirigía. El vuelo fue rápido (55 minutos) y la vista fue magnifica, era como si el destino hubiera planeado que voláramos tan alto para que sólo se pudiera apreciar el cielo y las nubes, como si Dios no quisiera que yo vea el resto de Europa para que al ver mi hogar por el próximo año me llevará una sorpresa; y vaya que lo fue. La vista de Dinamarca desde el avión fue hermosa, al principio sólo vi una costa pero de inmediato supe que era Dinamarca, mientras avanzas ves en el mar los molinos de viento y los puentes que conectan las islas, es increíble ver tantas islas cercas, sin duda alguna te deja sin aliento.
Al aterrizar el avión sólo quería salir de él pero por azares del destino fui uno de los últimos en salir. Buscar el equipaje fue estresante (el equipaje no estaba) pero los voluntarios de AFS enseguida empezaron el proceso para que las encuentren y las manden al campamento. Al salir del aeropuerto me llevé una de tantas sorpresas que he tenido en estos días ya que eran las 9 de la noche y todavía había sol.

El Campamento.

Del aeropuerto nos fuimos al campamento en autobús, nos dio de buenas que nos fuimos la mayoría de los latinos (mexicanos, brasileños, chilenos y portugueses), los voluntarios fueron muy amables y para mi sorpresa había algunos que hablaban español. El recorrido al campamento fue agradable y hubieron dos cosas que pude percibir al instante: las ciudades son muy limpias y no hay animales callejeros. El campamento fue en una escuela primaria muy bonita y demasiado diferente a las escuelas de México. Los tres días que hice en el campamento fueron agradables y bastantes sorprendentes. Creo que el shock más grande que tuve fue a la hora de las duchas: primero separan a hombre y a mujeres y luego todos se bañan  juntos y en una ducha comunal. Al principio fue raro pero una vez que te quitas la ropa y te empiezas a bañar se siente natural, y la pena se va. Una sorpresa agradable fue la comida, era tan diferente pero tan rica, me encantó en especial el Rugbrød que es un pan de centeno que se come mucho en las familias danesas, uno lo puede acompañar con carnes (jamón, salami, tocino, anchoas, atún, paté), con verduras (tomate y/o pepino) y aderezos (mayonesa, una especie de mostaza danesa y humus). Los voluntarios fueron todos muy amables y comprensivos, eran en verdad increíbles y se nota que hacen el trabajo con pasión y amor a la camisa (AFS).
El último día fue el más triste y ansioso al mismo tiempo, fue un poco triste despedirse de los amigos que hice y que vivirán hasta el otro lado de Dinamarca (Jutlandia, Borholm), yo vivo en Zelandia. Y sin duda alguna lo más ansioso que he vivido en mi vida: conocer a tu familia anfitriona. Es la experiencia más desesperante que puede haber, primero te llevan al patio de juegos y ahí te quedas hasta que tu familia llega por ti, conforme van llegando uno a uno los voluntarios van por ti y te llevan hasta tu familia, es lo más estresante, desesperante y espantoso que he experimentado en mi vida. Pero luego de mucha espera y nervios al fin llego el momento, mi familia había llegado.

Mi familia anfitriona.

El recorrido del área de juegos a la puerta de la escuela fue el pasillo más largo que he tenido que recorrer en mi vida, fue demasiado intenso. En el momento en que los vi a través de la puerta de cristal todos los nervios y angustias desaparecieron y sólo pude sentirme feliz. Fue increíble verlos, aunque no estaba seguro si debía abrazarlos o no, pero para mi buena suerte ellos me abrazaron primero y yo me sentí en casa al instante. El recorrido a casa fue tan rápido pero muy padre. La casa es hermosa, la familia es estupenda y todo es perfecto. Apenas llegué les entregué los regalos y las caras que pusieron fue lo mejor, cada vez que recuerdo sus caras al ver sus regalos me siento feliz.



Todo ha sido tan increíble, hermoso y perfecto; todo ha sido tan etéreo que no parece verdad. Todo es tan diferente que hasta la cosa más chiquita te asombra. Sólo puedo decir que estoy agradecido con Dios, mis padres, mi familia, con AFS México y AFS Dinamarca por haberme preparado para esta experiencia que hasta ahora ha sido más que estupenda, etérea sin duda alguna.

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